¿Dónde están los hombres
caballerosos? ¿Dónde está la galantería de un buen piropo? ¿Dónde
están esas personas del sexo masculino que se esforzaban por
conseguir una cita? Muchas veces me pregunto si vivo en un mundo
paralelo en el que solo a mi me importa todo ello.
Recuerdo que de pequeña, como
cualquier niña a esa edad (digo en mi generación, y no es que de
ello haga 30 o 40 años, pero el mundo ha cambiado mucho en muy poco
tiempo y ahora soy incapaz de ver inocencia en una niña de apenas
doce años) soñaba con los príncipes azules. Esos hombres que
luchaban contra viento y marea por su pareja, esos que les importaba
muy poco hacer lo que fuese necesario cuando su novia tenía
problemas, esos capaces de mostrar su amor con pequeños detalles,
esos que te hacen sentir importante, especial. Luego crecí y
descubrí la gran mentira que se esconde tras los príncipes.
La inocencia, ese fino velo que nos
envuelve cuando la magia aun nos rodea, cuando soñamos con cuentos
de hadas, es algo perecedero, que antes o después acaba cayendo.
Algunas personas son capaces de conservar un fragmento de él, pero
aun así, ya no los cubre del mismo modo que cuando eran unos niños.
La madurez se impone con fuerza, dejando aparcado en un rincón la
sencillez con la que en nuestros primeros años vemos la vida. Cuando
crecemos descubrimos la mentira que se esconde en los cuentos
infantiles, como es el caso del príncipe azul.
Recuerdo como mi madre me decía “si
una mujer dice no, un hombre no tiene nada que hacer”. He de
imaginar que aquello sería en la época de nuestras madres o
abuelas, porque hoy en día pocas mujeres saben, o más bien, quieren
decir un no. Así no es de extrañar que no existan hombres capaces
de comprometerse, capaces de compartir su vida con alguien sin
cansarse. ¿Qué me dicen de todos los divorcios que hay desde hace
unos años? Nadie, no solo los hombres, sino también las mujeres,
son capaces de aguantar una convivencia, y al primer problema, acaban
divorciándose. Y es que lo tienen fácil. Saben que no tendrán
ningún problema en encontrar pareja en cuestión de semanas o
escasos meses.
Muchos dirán que eso es pura
demagogia, pero lo cierto es que es la realidad. Mi madre suele
decirme que la maldad que hay ahora en los jóvenes, no la había
antes. Y por lo que cuenta de aquella época de inocencia, bondad y
honradez, debe ser cierto, porque nada se parece a la de hoy en día.
En ocasiones pienso que debí nacer en
otra época porque, siendo una joven veinteañera, no me siento
reflejada con la juventud de la actualidad. En una sociedad
corrompida en la que toda vale, en la que el alcohol, las drogas y el
sexo se imponen en el día a día incluso en medios de comunicación
como la televisión, en la que se han perdido todos los valores que
nuestros abuelos atesoran, me siento como una extraña, como si
estuviera en un lugar que desconozco.
Es difícil ir a contracorriente, en el
sentido contrario al que va la humanidad. Por lo que la gran mayoría
simplemente se deja arrastrar sin pararse, echar el freno y pensar. Y
es que no es fácil tener la capacidad y la personalidad suficiente
como para no dejarte llevar por todos los “valores” que se han
impuesto en las últimas décadas. Es más cómodo seguir a la
manada.
En una sociedad marcada por la nula
existencia de valores éticos o morales, yo me pregunto ¿y dónde
queda el amor? El amor con mayúsculas. No ese que califican de amor
en el que se ve extraño que una relación dure varios meses o un
año. En el que lo común es que no pase de un par de meses. No. Me
refiero al amor de antaño, de nuestros padres o abuelos. Supongo que
queda en el recuerdo de sus generaciones y en la añoranza de
aquellos que, como yo, anhelamos algo así.
Yo me resisto a pensar que no queden
hombres honrados, honestos, amables, cariñosos, detallistas,... Todo
aquello que antes era normal en la sociedad y ahora parece estar en
grave peligro de extinción. Por eso, yo espero. Te espero. Espero el
día que aparezcas y me hagas creer que existe el amor verdadero, que
me hagas sentir la persona más importante de tu vida, que me cuides
y me mimes, que me respetes y que me ames del mismo modo que yo a ti.
Espero el día que decidas aparecer para sacarme una sonrisa, que me
llames solo para escuchar mi voz e interesarte por mi. Espero el día
que aparezcas y hagas que solo pueda pensar en ti, que toda mi mente
la ocupes tú , que te metas en cada poro de mi piel. Porque me
niego a creer que no existes, te esperaré.
Muy buena reflexión compi y tienes toda la razón y créeme, aunque soy unos años mayor que tú, también pienso muchas veces que nací en la época equivocada. Es difícil encontrar a un caballero de los que arriesgan la vida por ti o simplemente te invitan a un café por las mañanas.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que hayas abierto el blog, siento no haber comentado antes pero he tenido un par de días de locura, ¿ves qué fácil resultó que las musas te volvieran? Solo era cuestión de volver a escribir por y para ti, por hobbie y no como una obligación.
Gracias compi. Somos pocas las que pensamos de ese modo. Es bastante complicado; parece que esos caballeros se esfumaron.
EliminarNo te preocupes Zeny. Si, no sabía lo fácil que podía ser hasta que decidí volver a escribir por gusto para mi. Gracias por tus consejos ;)